Si quisiéramos ser un poco groseros nos limitaríamos a contestar con una cita de Castellani muy adecuada (él habla de literatura, pero se aplica al cine):
jueves, 28 de noviembre de 2013
DOS CUESTIONES HITCHCOCKIANAS DISPUTADAS
Uno:
¿Fue Alfred Hitchcock un propagador de falsedades históricas?
Hemos leído recientemente una
interesante entrevista al centenario y cuestionado Erick Priebke, que murió
hace poco en medio de una gran controversia y el previsible escándalo mediático.
Allí entre otras cosas dijo lo siguiente:
P
– Pero entonces algunas pruebas concluyentes, como imágenes de vídeo y
fotografías de los campos de concentración, ¿cómo se explican?
R.
Esas filmaciones son una prueba más de la falsificación: Vienen casi todas de
los campos de Belsen. Era un campamento donde las autoridades alemanas
enviaron, procedentes de otros campos, a prisioneros que no podían trabajar.
También había dentro una sala de convalecientes. Eso por sí solo dice mucho de
la “intención asesina” de los alemanes. Parece extraño que en tiempo de guerra
se hubiera puesto en marcha una estructura para hospedar a aquellos a quienes
supuestamente se iba a gasear. Los bombardeos aliados de 1945 dejaron el campo
sin agua, alimentos y medicinas. Se extendió una epidemia de tifus que causó
miles de enfermos y muertos. Esas filmaciones se remontan a aquellos hechos,
cuando el campo de refugiados de Bergen Belsen fue devastado por la epidemia,
en abril de 1945, cuando se encontraba ya en manos de los aliados. Las filmaciones se realizaron con fines
de propaganda por el director británico Hitchcock, el maestro del horror. Es
alucinante el cinismo, la falta de sentido de la humanidad con la que aún hoy
se especula con esas imágenes. Proyectado por años en las pantallas de
televisión, con angustiosa música de fondo, se engañó a la opinión pública
asociando con despiadada astucia esas terribles escenas a las cámaras de gas,
con las que no tenían nada que ver. ¡Una farsa!
P.
El motivo de difundir esas, según usted, falsedades ¿sería encubrir los propios
crímenes, los de los vencedores?
R
– Al principio fue así. Un guión igual a Nüremberg fue inventado en Japón con
el Juicio de Tokio. Para criminalizar a los japoneses que habían sufrido la
bomba atómica se inventaron acusaciones de canibalismo.
A
propósito del párrafo resaltado, circula en Internet un video llamado “Memoria
de los campos” que se le atribuye como director a Alfred Hitchcock, lo cual es
absolutamente falso. Creemos que hasta a Priebke le llegó esa otra leyenda
porque Hitchcock fue uno de varios realizadores ingleses que, llamados a
contribuir al esfuerzo de su país o por propia iniciativa, colaboraron en esta
película, pero en grado menor. Hitchcock filmó previamente dos cortometrajes
bastante mediocres con un grupo de franceses, y luego fue llamado para
colaborar por el productor Sidney Bernstein, a la sazón amigo del director y
con quien luego tendría una productora que filmaría dos películas, una de ellas
la genial La soga. Bernstein recibió
imágenes tomadas en los campos –especialmente Belsen- y Hitchcock dicen algunos
que colaboró en el montaje de las imágenes, otros que dio su opinión sobre el
tratamiento previo al guión. Lo cierto es que figura como “treatment advisor”,
un consejero o asesor de la historia a relatar. La película no se exhibió nunca
sino hasta 1985, donde se le agregó un relato en la voz del actor Trevor Howard
(el abad sin fe de “Catholics”).
Es
evidente que en aquel entonces las imágenes obtenidas en los campos, sin un
claro discernimiento informativo, con su fuerte carga emotiva, llevaban,
especialmente a los ingleses participantes, a creer a pie juntillas cualquier
relato que se les suministrara acerca de las mismas. En esto Hitchcock fue uno
más de los que carecían de la información correcta, de toda la información
necesaria. Indudablemente había negligencia de su parte, aunque no podía
esperarse mucho más de alguien residente en Hollywood y dedicado a la industria
del cine. Esto es comprensible.
Pero
una cosa es participar escasamente en una película documental en un momento
donde no se hablaba del famoso “Holocausto”, y otra cosa convertir ahora a
aquel director en el responsable principal de un film que recién en los últimos
años se usó como elemento de propaganda. Más allá de las consideraciones
históricas que no vamos aquí a tratar, creemos que debe dejarse en claro que la
atribución de la dirección de dicho film de propaganda a Alfred Hitchcock es
una falsificación o una exageración cuyo propósito indudable es darle mayor
entidad a dicho film.
Dos: ¿Son inmorales las escenas de besos de
Vértigo?
A
propósito de alguien que habiendo visto la película, nos hace llegar no sin
cierto escándalo tal manifestación (sin otra muestra de apreciación de la
película).
Si quisiéramos ser un poco groseros nos limitaríamos a contestar con una cita de Castellani muy adecuada (él habla de literatura, pero se aplica al cine):
“Ciertamente no es una lectura
para chicas que se alimentan de bocadillos y de novelas yanquis, ni para chicas
en general, ni para beatos, ni para burgueses, ni para burros, ni para
sacerdotes no advertidos, ni para hombres sin percepción artística, ni para la
inmensa parroquia de la moralina y de la ortodoxia infantil. Asomarse al abismo
no es para todos”.
El
valor de la cita se duplica al referirse al “abismo”, que es lo que escenifica
esta película.
Pero
sin embargo la observación a tales escenas es atendible y merece una más larga
consideración. Es más, nos viene muy bien para reparar una omisión, pues uno a
veces pierde de vista que las películas son vistas por personas muy distintas,
con muy distinta sensibilidad y distintas capacidades de apreciación. En esto
debemos ser agradecidos para toda observación o crítica recibida, ya que de
ellas aprendemos.
De
inmediato y sin escabullirnos del tema diremos que la doctrina moral de la
Iglesia sobre tal clase de besos dice que: Los besos demorados [no en la boca], repetidos con frecuencia, dados
entre personas de distinto sexo y con mucho afecto, ordinariamente son pecado
grave porque llevan consigo gran conmoción y además siempre proceden de afecto
libidinoso (entre solteros raramente tiene otro motivo). Deben prohibirse a los
novios. Los besos en la boca son pecado mortal por ser
lugar sumamente excitable. Mirar... imágenes deshonestas, ligera y
superficialmente, es sólo venial, porque al no ser una mirada detenida ni
intensa, no excita mucho.
De manera que muy
difícilmente el que hace una película donde se vea eso, podrá quedar libre de
al menos pecado venial.
Pero en Vértigo pueden y deben hacerse ciertas
acotaciones, además de mencionar también que en principio el protagonista
comete adulterio (aunque después sepamos que la mujer no era esposa de Elster). ¿Esto podría haberse señalado sutilmente, sin
necesidad de colocar un diálogo obvio con la introducción de un personaje a tal
fin? La única solución que se nos ocurre habría sido que Midge llamara la
atención de Scottie sobre ese tema. Pero en ese caso otra habría sido la
caracterización de un personaje que por su propia inutilidad para saber
relacionarse con Scottie lo llevó a este a que buscara el amor donde no debía. Pero
aunque sabemos que el personaje de Scottie es un personaje caído y que no tiene
ninguna defensa espiritual (y por lo tanto moral) para resguardarse
exitosamente del gran engaño a que lo someten, de todos modos por precaución
con respecto a los espectadores debió buscarse una solución para ese
señalamiento. Claro que Hitchcock no condena las malas acciones de sus personajes
sino indirectamente, mostrando las consecuencias desastrosas que les acarrean.
En este caso tenemos un final que lo dice todo: la enfermiza y pecaminosa
obsesión de Scottie con Madeleine/Judy es destruida de un duro golpe por claro designio
del Cielo, cuando hace su aparición el Misterio verdadero en la figura de la
religiosa (dijimos bastante sobre esto en otra parte). Pero más allá de esto
puede considerarse como una flaqueza o concesión al liberalismo de Hitchcock el
asunto apuntado. Y debe señalarse.
Con respecto a los
efectos nocivos o no de los besos, probablemente la escena más conflictiva, por
su extensión de 50 segundos, es la famosa escena en el hotel, con el travelling
circular. Pero allí Hitchcock nos facilita el despegarnos del beso en sí cuando
enrarece el entorno con el recuerdo de Scottie mediante un back projecting del lugar donde antes estuvo con Madeleine. Esto
sumado a la iluminación extraña de la escena nos muestra claramente que estamos
en presencia de un perturbado mental y de que la escena no es normal. De todas
formas, Hitchcock ha caído en este tipo de escenas peligrosas en otros de sus
films, por lo que cabe decir que puede considerarse uno de sus puntos flacos, a
pesar de que fue un hombre que en lo personal se mantuvo totalmente opuesto a
tal conducta.
En fin, plantear hoy día
estas cosas puede parecer absurdo, ya que escenas como las analizadas parecen
juego de niños en comparación con el cine de hoy (inclusive con el cine “erótico”
de quienes dicen sería el sucesor de Hitchcock, Brian de Palma, algo para
nosotros falso) o incluso para lo que se muestra en televisión.
Vértigo nos plantea como espectadores
un problema: saber qué miramos y cómo miramos. Pues así como a Scottie le hacen
una película y finalmente debe desengañarse (mejor dicho, es brutalmente
desengañado), nosotros, también hijos del pecado, debemos ser conscientes de
cuál es el punto de vista que se nos ofrece, y qué resulta finalmente de todo
ello. Lo cierto es que Vértigo no se
reduce al presente análisis, aunque el mismo debe ser completo, y sobre esto no
debe escatimarse la información que prevenga al espectador sobre lo que ha de
ver.
Recordamos ahora una
enseñanza de Hugo Wast:
“Si
el novelista ha de servir a la causa de Dios, sus novelas no serán nunca más
elocuentes y eficaces que cuando aborden las desventuradas realidades del mal y
las pinten con suficiente claridad como para que el lector experto diga: ‘Esa
es la verdad. El mal no engendra ni la verdadera alegría, ni mucho menos la
felicidad. Todo desorden, aun en esta vida, conduce a la desesperación’.
Pero
esta impresión no puede darla una fofa novelita moral, de esas que los editores
llaman blancas, y que instintivamente la mayoría de sus lectores comprende que
son falsas.
Esta
impresión no puede resultar sino de una novela fuerte y fiel, como expresión de
la realidad, novela que, muchas veces de buena fe, los que buscan libros para
sus alumnos o para sus familias llamarán escabrosa, y algunas veces tacharán de
inmoral.
¡No
importa! La novela eficaz rara vez es blanca. No basta que un autor diga
repetidas veces en el decurso de la obra, acerca de su protagonista: “Era malo,
y eso lo condujo a mal fin”, para que el lector le crea, y quede convencido de
los funestos resultados de la maldad.
¡No,
no basta! Es necesario mostrar en qué forma era malo, cómo se creía feliz en el
mal, cómo ese mal era lo que la juventud, y aun muchos viejos, encuentran
bueno, alegre y duradero; y cómo eso terminó con amargura de muerte.
¡Como
en la vida real, ni más ni menos! Precisamente la eficacia de la demostración
nace de su realismo”.
Agrega luego Hugo Wast ejemplos de lo
que afirma, y dice que si el pintor de la obra, “por un falso pudor amortigua los rasgos más vigorosos de su pintura,
si no los copia de la viviente realidad por temor de que lo tachen de
escabroso, será infiel a su vocación y su obra no convencerá”. Creemos que aun
con sus escenas objetables o sus omisiones culpables, Vértigo no deja de cumplir con esta consigna. Quizás algunos –enhorabuena-
no necesiten acercarse a esta forma del conocer. Pero es indudable que Vértigo está realizada para hacer ver a
aquellos que necesitan de un desengaño, de las consecuencias que las ilusiones –atizadas
y con el concurso del tentador y sus agentes o cómplices- son capaces de
producir, llevando a quien se deja conducir por su sola, torcida y oscurecida
voluntad, a la locura o la muerte.